La riqueza de Mariano es convertir los materiales en emociones, lo concreto en simbólico. Hacer que un proceso espiritual cobre un valor objetivo. Poder codificar su experiencia en el cuadro.


El investiga, hace, conoce. Evoca y actualiza motivos y sensaciones pictóricas. Arma, desarma, y recompone en un proceso de complejización de relaciones. Se expande. No teme. Pierde y reencuentra. Ve más.



Genera configuraciones complejas, ricas de fragmentos sensuales pero estériles en cuanto aislados. Lo bello no aparece como algo estable, cerrado, completo sino como reformulable, renovable, dinámico. Va del desorden sustancioso al orden operativo. Lo infinitamente posible. Mirarlo, participar, nos incluye, nos hace responsables, comprometidos. Contemplar nos funde, nos agranda. Nos enriquece.



Lo abundante no se quita de circulación, no se guarda, no se retrae, no se ahorra. El recurso que se construye en acervo, en patrimonio. Lo que al mostrarse se acrecienta, se acrecienta, se carga.



Identidad rara que no está basada en asimilación a un modo, a una categoría, a una forma particular. Identidad asentada en el lugar de lo único como parte de un todo. De convivencia con lo excéntrico, con lo distinto, con lo opuesto. De una parte que se potencia en el conjunto. De un todo que es parte de otro todo.



Experiencia infinita, inabarcable, trascendente que el cuadro nos hace accesible.


Alfredo Londaibere. 2005